noviembre 20, 2010

Acerca de entender a los niños ~ About understanding children


Este asunto de entender a los niños, me parece mucho más verdadero ahora que entonces, incluso tratándose de bebés muy pequeños. El New York Times, en un artículo de 1981 acerca del llanto de los bebés, citó al Dr. Michael Lewis, profesor de pediatría de la Escuela de Medicina Rutgers, quien dijo que aun  bebés pequeñitos de tan sólo ocho semanas de vida cuyos llantos son respondidos, son notablemente más curiosos, sonríen más y se mantienen despiertos por periodos de tiempo mayores. En el mismo artículo, Susan Crockenberg, profesora asociada del desarrollo humano en la Universidad de California en Davis, dijo que el trabajo de un número de investigaciones ha demostrado que "mientras más sensible sea una madre hacia su bebé, menos llora él, más seguridad adquiere y más rápidamente desarrolla confianza" A las mamás que dijeron que pensaban que responder al llanto de sus bebés solamente los "malcriaría", se les hicieron observaciones posteriores y se encontró que sus bebés lloraban más.

Yo he sentido durante mucho tiempo que la ira apasionada con la que muchos niños de dos o tres años lloran, viene simplemente de su sentimiento (tal vez erróneo, tal vez no) de que no han sido entendidos, o peor aun, que sus palabras han sido ignoradas o casual y despectivamente hechas a un lado. Incluso si en algunas ocasiones estamos determinados a someter la voluntad de un niño a la nuestra, deberíamos ponerle cuidadosa atención cuando trata de decirnos lo que quiere. En una discusión con un niño pequeño, siempre he encontrado que decirle constantemente: "Escucho lo que estás diciendo, entiendo que quieras esto o aquello, siento mucho que estés tan enojado y triste, pero no te voy a dar el dulce (o lo que sea)", al menos es amable y muchas veces útil. Pero existe un aspecto mucho más profundo e importante en el que podemos y muchas veces fallamos  en entender a los niños. Ya que son tan pequeños, torpes, inarticulados, simples y también  tan bonitos (para quienes les gustan), que fácilmente podemos subestimar la seriedad de muchas de sus preguntas e inquietudes, y nos reímos de ellos indulgentemente o los ignoramos por completo.
En su reciente, muy corto, muy ameno y también muy profundo e importante libro, Philosophy and the Young Child (Filosofía y el niño pequeño), el Dr. Gareth Mathews, profesor de filosofía en la Universidad de Massachusetts en Amherst, basándose en muchas de sus conversaciones con niños pequeños (en muchos casos, los suyos), deja claro que muchas de las sorprendentes e inocentes observaciones y preguntas que los niños hacen y que los adultos somos demasiado propensos a tachar como ignorantes o tontas, son las mismas preguntas con las que algunos de los grandes filósofos de nuestra historia han estado lidiando desde que la filosofía comenzó. Mathews también señala, amable pero convincentemente, que incluso cercanos y comprensivos observadores de niños, como Piaget y Bettlheim consistente y gravemente han subestimado la capacidad intelectual de los niños y han malentendido o pasado por alto completamente las implicaciones filosóficas de mucho de lo que dicen.
Fragmento tomado del capítulo "Talk" (habla), del libro "How Children Learn" (Cómo aprenden los niños), de John Holt.
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This point about understanding seems to me even more true now than then, even of very young babies. The New York Times, in an article in 1981 about babies' crying, quoted Dr. Michael Lewis, professor of pediatrics at Rutgers Medical School as saying that even as early as the eighth week infants whose cries are responded to are noticeably more curious, smile more, and stay awake for longer periods. In the same article Susan Crockenberg, associate professor of human development at the University of California at Davis, said that the work of a number of researches has shown that "the more responsive a mother is to her baby, the less it cries, the more securely attached it gets to be and the more readily it develops trust." Mothers who said ty thought that responding to their babies' cries would "spoil" them have been found in later observations to have babies who cried more. I have long felt that the passionate anger of so many crying two- or three-year-olds comes not so much just from their feeling (perhaps mistaken, perhaps not) that they have not been understood, or worse, that their words have been ignored or casually and contemptuously brushed aside. Even if in some instances we are determined to bend a child's will to our own, we should pay him very serious attention when he tries to tell us what he wants. When in a dispute with a small child, I have always found it at leas courteous and often quite helpful to keep saying, I hear what you're saying, I understand that you want this or that, I'm sorry that you feel so angry and unhappy, but I'm not going to get you the candy bar (or whatever it is you want me to do)"
But there is a much deeper and more important sense in which we can and often do fail to understand children. Because they are so small, clumsy, inarticulate, and foolish, and also (for those who like them) so appealing, we can easily underestimate the seriousness of many of their questions and concerns, and either laugh at them indulgently or ignore them altogether. In his recent, very short, very readable but also very profound and important book, Philosophy and the Young Child, Dr. Gareth Mathews, professor of philosophy at the University of Massachusetts at Amherst, makes clear from many of his conversations with young children (in many cases, his own), that many of their surprising and naive remarks and questions, which we adults are too liable to dismiss as ignorant and silly, are questions that some of the greatest philosophers in our history have been struggling with since philosophy began. Mathews also points out, kindly but convincingly, that even such close and sympathetic observers of children as Piaget and Bettelheim have consistently and gravely underestimated the intelectual capacity of children, and misunderstood or completely overlooked the philosophical implications of much of what they say.
Taken fragment from the chapter "Talk" from the book "How Children Learn" by John Holt.

noviembre 16, 2010

Un marco acorde

He escuchado a muchas mamás decir: "yo sería incapaz de dedicarme a mis hijos como tú lo haces, porque para mí es de vital importancia tener mi casa impecable y me sería imposible tener que dedicarles tanto tiempo a los niños, sacrificando la limpieza de la casa." También me ha tocado conocer mamás que se invierten de corazón en sus hijos, que dedican horas para estar con ellos y trabajar productivamente, y  en cuyas ropas, cocinas, recámaras, baños y pisos se nota su ausencia. ¿Quiere decir, entonces, que dedicarse al cuidado de los niños indefectiblemente conlleva la imposibilidad de mantener el orden y la limpieza del hogar, y viceversa? 

noviembre 11, 2010

Una relación de atención

Por lo general, cuando salgo a la calle con los tres niños, la gente se me queda viendo y nunca falta quien me pregunte con un tono de mucho asombro: "¿los tres son tuyoooooos?...   ¿cómo le haces con treeeeees???", como si ninguna de esas personas hubiera tenido más de tres hermanos… o hijos - muchas de esas personas son señoras grandes.  Ahora, ser madre de más de dos hijos es considerado toda una hazaña, cuando en la generación pasada, una familia de menos de seis hijos era pequeña. La mentalidad de las mujeres ha cambiado tanto, pero ése es material para otro post. ¿Cómo le hago con tres, sin empleada doméstica y sin mandarlos a la escuela? Me he cuestionado muchas veces esta pregunta a mí misma, y tengo muchas respuestas que me contesto en silencio. 

noviembre 02, 2010

Una perspectiva más amplia

En el parque existe un juego que no sé exactamente cómo se llama, pero aquí hay una foto de él. Mis hijos y yo le decimos "la bola que da vueltas" Es una estructura esférica de fierro, con una banca en su interior para poder sentarse y un volante que al girarlo, hace que toda la bola se mueva. Desde niña me gustaba mucho subirme, y ahora con mis hijos, disfrutamos mucho marearnos allí dentro.
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