octubre 24, 2010

La motivación que me impulsa (Parte 1)

Recuerdo que desde que era muy pequeña yo decía que quería ser maestra. Por las tardes jugaba a la escuelita y me gustaba calificar los cuadernos de mis hermanas con un crayón de cera rojo como el que usaban las maestras. Entre segundo y tercero de primaria, comencé a escribir historias. Recuerdo que en ese tiempo aprendí a buscar palabras en el diccionario. 
Mi papá compró un libro de sinónimos y antónimos y me enseñó a usarlo y me encantaba buscar la palabra exacta que quería emplear en mis escritos. Mi mamá decía que tenía habilidad para escribir. Me gustaba escribir cartas extensas en los cumpleaños y muchas historias. Cuando era principio de año y recién nos daban los libros de la SEP, lo primero que hacía era buscar el libro de lectura y lo leía casi todo en una o dos semanas. En la escuela, mientras que la maestra estaba ocupada o había caos en el salón, yo me ponía a conjugar verbos y a separar oraciones en sujeto y predicado con mi bicolor, por puro gusto. Sin embargo, siempre tenía que suspender mi actividad para abrir el aburrido libro de Ciencias Sociales o el enervante libro Alfa de matemáticas. Era un verdadero castigo para mí. Los siguientes años de mi vida me dediqué a seguir lo que marcaba la SEP para mi educación y aprendí todo lo que estaba en los planes de estudio y... también lo olvidé todo. Mi amor por el lenguaje y la lectura se fue apagando. Se quedó olvidado y nadie se acordó de él. Aprobé cada año con un promedio aceptable y nunca me distinguí en nada. Las pocas lucecitas que brillan en mi carrera estudiantil se encuentran en las clases de español en la primaria, de mecanografía en la secundaria y de Redacción en la prepa.  Después de mucho tiempo de no tener idea de qué haría con mi destino, y de muchas horas libres en la clase de Orientación Educativa, decidí que el diseño gráfico era lo mío y entré a la universidad, aunque después de dos meses la dejé porque mis papás decidieron que estudiaríamos en casa - y les agradezco profundamente por esa decisión.

Unos años más tarde, estando en Honduras, mi pasión por el idioma revivió, cuando estuve conviviendo con muchachos americanos por varios meses. Estábamos en un país de habla hispana y ellos se esforzaban por aprender el idioma. Constantemente me preguntaban cómo se dice tal o cual cosa o por qué lo decimos así o asá, y entonces comencé a sentir una pasión que me quemaba por dentro, un anhelo de saber, de conocer y de encontrar esas respuestas. En una venida a México, le pedí a mi papá que me llevara mis libros de gramática - mis tesoros - y en aquel recóndito país en medio de la selva, hice los descubrimientos más fascinantes. Allá tomé la decisión de que me dedicaría a dar clases de español a extranjeros y así, a promover la hermosura de mi lengua y cultura.

A veces tengo sentimientos amargos contra la escuela por no haberme provisto de mejores herramientas y por no haber impulsado mis deseos e inclinaciones naturales; sin embargo, es absurdo culparlos. El sistema educativo no tiene la capacidad de invertirse así en una persona, ya que no está diseñado para ello. Esa inversión sólo puede llevarse a cabo por  los padres. Tampoco puedo culpar a mis papás, porque ellos hicieron lo mejor que estuvo en sus manos hacer con la información que tenían al alcance en ese momento. Si observamos a nuestro alrededor, a la gran mayoría de nosotros nos mataron nuestros anhelos internos durante nuestros años de escuela, pero finalmente, cuando fuimos libres de esas cadenas y gracias a la misericordia de Dios, volvimos a nuestro camino inicial y poco a poco, con más trabajo que al principio, logramos revivir nuestros anhelos internos que fueron puestos desde el momento en que fuimos concebidos. Pero, ¿qué necesidad hay de arrancar a nuestros hijos de ese paraíso en donde sus deseos crecen y los llevan a cumplir su propósito en la vida e insistir en incrustarlos en un mundo ficticio, artificial y sin sentido que frustra y mata esa vitalidad?

Einstein dijo: 
"Es casi un milagro que los métodos modernos de instrucción no hayan estrangulado por completo la santa curiosidad de indagar; ya que esta delicada y pequeña planta, lejos de la estimulación se sostiene principalmente en necesidad de libertad; ya que sin ésta se dirige al desastre y ruina sin duda alguna. Es un grave error pensar que el gozo de ver y buscar puede promoverse a través de métodos coercitivos y de un sentido de deber. Por el contrario, yo creo que sería posible robarle incluso a un depredador sano su voracidad, si fuera posible con la ayuda de un látigo, forzando a la bestia a devorar continuamente, aun cuando no tuviera hambre y especialmente cuando la comida, ofrecida bajo tal coerción , fuera seleccionada para él de acuerdo a sus necesidades".


Al pasar de los años, cada vez confirmo más que todos venimos equipados con un motor interno que nos impulsa durante toda la vida a desarrollar nuestro pleno potencial. Ese motor funciona a la perfección y lo único que debemos hacer con él es ¡dejarlo funcionar!, sin oprimirlo ni obligarlo ni sistematizarlo para que funcione. Ese motor interno es la curiosidad natural por aprender, saber y conocer el mundo que nos rodea, y los anhelos internos específicos que cada persona tiene.  En mi caso, mis anhelos internos son la pasión por el idioma y el comunicar a través de la palabra escrita; mi esposo tiene una pasión por persuadir e influir en otros a través de conciliar conflictos; conozco personas que tienen la habilidad de ver necesidades en otros y suplirlas; hay otros con la habilidad de relacionarse con personas e influir en ellas; hay héroes que salvan vidas; hay gente con mentes privilegiadas, que a través de las matemáticas o la física o la electrónica pueden crear inventos que ayuden a la humanidad; hay gente que se invierte en proteger a la naturaleza; en fin, la lista es tan extensa y diversa como la humanidad misma. Desde niños todos mostramos una curiosidad insaciable por saber y conocer el mundo que nos rodea, y también mostramos inclinaciones natas, que muchas veces, están relacionadas con los oficios de los padres y con el entorno en el que vivimos.

Me sorprende ver la cantidad de hijos que deciden seguir el camino de sus padres. Hace poco escuché el relato de una amiga quien creció en medio del negocio de comida de sus papás. Desde muy pequeña, ella ansiaba saber escribir para hacer las notas y en cuanto pudo, ella se encargaba de eso; y aprendió matemáticas cobrando en caja y dando cambios. Ahora es una mujer emprendedora y le gusta hacer negocios, como sus papás. ¡Qué mejor salón de clases que el negocio de su familia!

Cuando era muy joven, conocí a una familia que hasta la fecha ocupa un lugar muy especial en mi corazón. En ese  entonces sus hijos eran muy pequeños, todos menores de 12 años. Esta familia ha tenido un rancho por generaciones, y todos los tíos y primos trabajan en él. Recuerdo que uno de sus hijos mostraba una pasión peculiar por los caballos. Sus juegos consistían en amarrarse del cuello a una silla del comedor y quedarse horas allí parado en cuatro patas como un caballo. De vez en cuando se "espantaba" una mosca, relinchaba o le pedía a su hermanita que lo montara. Para él, la escuela era una tortura. Se la pasaba  soñando con estar en el rancho, montando caballos. Cuando crecieron, él fue quien mejor aprendió las destrezas de un ranchero, y las desempeñaba de corazón.  Nuestros anhelos internos están directamente relacionados con nuestro entorno (ubicación geográfica, situación social, familiar, etc.)  Lo vemos por todas partes: aunque los padres no se lo propongan, de manera natural les transmiten a sus hijos lo que ellos hacen, lo que ellos son, su esencia; y los hijos, de manera natural, quieren hacer lo que sus papás hacen, quieren ser como ellos.

Yo creo que eso no es casualidad. Yo creo que los deseos, tanto de  los padres como de los hijos fueron puestos deliberadamente, con una intención específica. Cada hijo tiene los padres que necesitaba y cada padre, los hijos que necesitaba.



Ser consciente de mis anhelos internos y permitir que ellos me lleven a desarrollar mi pleno potencial me ha provocado experimentar plenitud y satisfacción, y me sigue llevando a encontrar y desarrollar otros talentos que yo no sabía que tenía. Hace unos meses decidí comenzar a escribir y darles forma a todos los escritos que constantemente estoy registrando. Yo sí sabía que poseía esta habilidad de comunicar a través de la palabra escrita, pero no sabía qué alcances podía tener y qué tanto podía desarrollarla. Todavía me siento muy inexperta y a veces me siento frustrada por no haber adquirido más herramientas cuando tuve el tiempo y la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, en vez de verlo como una pérdida irremediable, estoy comenzando a verlo como una ganancia triplicada, pues sigo teniendo la oportunidad  de desarrollar esas habilidades en mí, pero ahora con mis tres hijos. Mi motivación es mucho mayor al saber que tengo la gran oportunidad de inspirarlos a seguir sus propios anhelos internos a medida que yo sigo los míos.

6 comentarios:

  1. ¡Excelente! Güereja.
    En mis tiempos la materia se llamaba "Orientación Vocacional" y recuerdo a una maestra muy "desorientada y sin vocación" que era la titular.
    En cuanto al tiempo, Dios se encarga de ayudarnos a redimirlo, la inversión que estás haciendo en mis nietos lo demustra.
    ¡Felicidades!

    Carlos Salazar.

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  2. Gracias por tus palabras, papá. Me animan mucho. Y sí! Ése era el nombre de mi materia también!, nomás que no me acordé al escribirlo. Te quiero!

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  3. Me encantó hija!!!
    Pero qué triste que los padres estemos tan alejados de la realidad de nuestros hijos, y que sigamos viendo a la escuela como la precursora del aprendizaje y formadora de nuestros hijos...
    Pero también me alegro mucho por las madres como tú, valientes e inteligentes y que ven la vida de sus hijitos como un enorme desafío, para formarlos verdaderamente con el equipo que ya traen instalado.
    Te amo y te admiro mucho hija!!

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  4. Me gusta mucho leerte hija, he seguido todo tu blog, que además de interesante está lleno de Amor.
    A mí también me gusta mucho mi idioma y cuando es utilizado como tu lo haces, resulta una delicia, que así como se disfruta,también te crea una necesidad de seguir leyendo hasta el final.

    Eres una niña espectacular...bueno, una mujer espectacular!

    Te quiero mucho. besos

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  5. Muchas gracias por sus palabras, me alientan a seguir adelante con mi tarea de mamá, y con esta pasión de comunicarme por escrito. Las quiero mucho también!!

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  6. hola priss como estas saludos paty cazares

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