noviembre 02, 2010

Una perspectiva más amplia

En el parque existe un juego que no sé exactamente cómo se llama, pero aquí hay una foto de él. Mis hijos y yo le decimos "la bola que da vueltas" Es una estructura esférica de fierro, con una banca en su interior para poder sentarse y un volante que al girarlo, hace que toda la bola se mueva. Desde niña me gustaba mucho subirme, y ahora con mis hijos, disfrutamos mucho marearnos allí dentro. Pero hace unas semanas tuve una experiencia que me desconcertó por varios días. Estando sentada viendo a mis niños jugar, me quedé observando la bola que da vueltas y me percaté de que el volante interno estaba estático mientras que todo el aparato seguía girando. Los niños se apalancaban de él para seguir teniendo vuelo, pero el volante estaba inmóvil. ¿Cómo era eso posible? Si cuando te subes, es hasta que haces girar el volante, que todo comienza a dar vueltas, ¿cómo es que desde afuera veo que no se mueve? Fui a subirme y en efecto, cuando yo estaba dentro, el volante giraba con sólo tocarlo. ¿Qué pasaba? De nuevo me salí, y me quedé viendo muy fijamente el volante, y solamente la estructura externa daba vueltas mientras que el volante, totalmente quieto. Me sentía muy turbada.

No podía quedarme con esa intriga. Tenía que comprobarlo científicamente. Fui y me senté en el volante y le pedí a mi hermana que hiciera girar la bola. ¡Y efectivamente! El volante y yo nos quedamos totalmente quietos, nomás viendo la estructura girar a nuestro alrededor. ¡¿Cómo era posible?!  Lo que pasa es que cuando estás dentro, quien en realidad está girando eres tú, pero al no tener un punto de apoyo fijo, se tiene la sensación de que quien gira es el volante. Hasta que estás fuera y tienes un marco de referencia más amplio y completo, es que puedes apreciar la realidad.

¡A mis 31 años nunca había notado que el volante de la bola que da vueltas y que sirve para hacer girar la bola, en realidad no gira! ¡Toda mi vida había vivido en un engaño! ¿Por qué nadie me lo había hecho notar?



Esta experiencia me dejó muy pensativa y me hizo reflexionar en que podemos ir por la vida creyendo montones de ideas erróneas, pero sin ser conscientes de ello. Nos mantenemos siempre en la banca interior, bien seguros de nuestras creencias, sin darnos jamás la oportunidad de salir y apreciar el panorama completo.  Se me ocurrió que ésta sería una buena analogía para describir el sentimiento que tenemos cuando nos damos cuenta de que lo que habíamos creído que era lo correcto, a final de cuentas, no lo era. Nos sentimos desconcertados, porque tendemos a pensar que nuestra perspectiva es la correcta.  Sin embargo, cuando nos damos la oportunidad de bajarnos de nuestra banquita, caminar unos pasos más atrás y apreciar el panorama completo, entonces encontramos mundos fascinantes de la realidad que nos eran desconocidos.



Hace unos días leí algo acerca de la historia de la escuela, que me dejó con la misma sensación que la bola que da vueltas…  Aquí traduje esa porción, del libro "The unschooling unmanual". En el capítulo "Escolarización: la agenda escondida", Daniel Quinn dice:



"Dentro de nuestra matriz cultura, todo medio nos dice que las escuelas existen para preparar a los niños para una vida exitosa y plena en nuestra civilización (para después fracasar) Esto va más allá de todo argumento, de toda duda, de toda pregunta...

Claro que la situación era muy diferente hace doscientos años, cuando todavía éramos principalmente una sociedad agraria. Era necesario y todos esperaban que los jóvenes se convirtieran en trabajadores a los diez, once o doce años. Para las masas, una educación de cuatro, cinco o seis grados era considerada perfectamente adecuada. Pero a medida que el carácter de nuestra sociedad cambió, menos jóvenes eran requeridos para trabajar en el campo y la promulgación de leyes en cuanto a los niños obreros pronto hizo imposible que niños de diez, once y doce años trabajaran en fábricas. Era necesario mantenerlos fuera de las calles, ¿y qué mejor lugar que la escuela? Naturalmente, había que insertar nuevos materiales en los planes de estudio para llenar el tiempo.  No importaba mucho lo que fuera. Que memoricen los principales productos de cada estado. Que se aprendan el proceso de promulgación de leyes. Nadie se imaginaba ni a nadie le importaba si ésas eran cosas que  lo que los niños querían o necesitaban aprender - o si algún día necesitarían saber. Nadie se imaginaba o siquiera se tomaba la molestia en indagar si el material agregado al plan de estudios era retenido. Los educadores no querían saber, y en realidad, ¿cuál habría sido la diferencia? No importaba que, una vez aprendida, la información se olvidara inmediatamente.  Llenaba el tiempo. La ley dictaminó que una educación de ocho grados era esencial para cada ciudadano y de esta manera, los consejos académicos proveyeron el material necesario para una educación de ocho grados. Durante la Gran Depresión, se volvió urgentemente importante mantener a los jóvenes fuera del mercado laboral por el mayor tiempo posible, así que también se asumió que una educación de doce grados era esencial para todo ciudadano. Al igual que antes, no importó mucho lo que se agregara para llenar el tiempo, mientras que fuera marginalmente plausible. Hay que ponerlos a aprender a analizar un poema, aun cuando nunca vuelvan a leer otro en toda su vida adulta. Pongámoslos a leer una novela clásica, aunque nunca vuelvan a leer otra en toda su vida adulta. Que estudien historia mundial, no importa que sólo les entre por un oído y les salga por el otro. Que estudien geometría Euclidiana, aunque dos años después no puedan probar un solo teorema para salvar sus vidas. Todas éstas y muchas, muchas más fueron por supuesto, justificadas sobre la base de que contribuirían al éxito y rica plenitud que esos niños experimentarían como adultos. Excepto, claro, que no fue así. Pero nadie quería saber de ello. Nadie habría soñado con evaluar a los jóvenes cinco años después de la graduación para saber qué tanto habían retenido. Nadie habría soñado con preguntarles qué tan útil les había sido, en términos realistas o qué tanto había contribuido en su éxito y realización como humanos. ¿Cuál sería el punto de pedirles que evaluaran su educación?,  después de todo, ¿qué sabían ellos acerca de eso?  Simplemente eran graduados de preparatoria, no educadores profesionales.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, nadie sabía cuál sería el futuro económico. Con la desaparición de la industria bélica, ¿de nuevo caería el país en la depresión pre-guerra? El mundo comenzó a pensar que la educación de los ciudadanos realmente debía incluir cuatro años de universidad. Todos debían ir a la universidad. Sin embargo, ya que la economía seguía creciendo,  esta orden comenzó a suavizarse. Cuatro años de universidad seguramente serían buenos para ti, pero no eran parte de la educación de los ciudadanos, por lo que a la larga, solamente se quedó en educación de doce grados. 

Fue en los buenos años posteriores a la guerra, cuando por lo general había más trabajos que trabajadores, que comenzó a percibirse que nuestras escuelas habían fallado. Con tanta demanda de trabajadores, se daba la apariencia de que los muchachos egresaban de la escuela sin saber mucho más que los graduados de sexto grado de un siglo antes. Habían "pasado" por todo el material que se ha agregado para llenar el tiempo - analizaron poesía, esquematizaron oraciones gramaticales, comprobaron teoremas, despejaron X, se abrieron camino a través de cientos de páginas de historia y literatura, escribieron acerca de montones de temas, pero casi nada de eso fue retenido - ¿y de qué les habría servido si lo hubieran retenido? Desde una perspectiva de negocios, esos graduados de preparatoria apenas eran contratables. Pero claro que para entonces los planes de estudio habían adquirido el carácter de texto sagrado, y era demasiado tarde para reconocer que el programa nunca había sido diseñado para ser útil. La respuesta de los educadores a la comunidad industrial fue: "Sólo tenemos que darles a los chicos más de lo mismo - más poemas para analizar, más oraciones para examinar, más teoremas para probar, más ecuaciones para resolver, más páginas de historia y literatura para leer, más temas para escribir y así sucesivamente". Nadie estaba siquiera cerca de admitir que el programa había sido creado para mantener a los jóvenes fuera del mercado laboral - y que por lo menos en eso sí había hecho un maldito buen trabajo".



Sir Ken Robinson dijo:  "Los paradigmas que ahora tenemos son el resultado del pensamiento de generaciones pasadas y ahora simplemente damos por hecho que así deben ser las cosas. Muchas de las ideas que tenemos ahora no fueron concebidas para satisfacer las circunstancias de este siglo, sino de siglos pasados. Nuestras mentes todavía están hipnotizadas por esas ideas. Debemos disentir totalmente las ideas del pasado". 



Es difícil dejar atrás los paradigmas que hemos creído durante mucho tiempo. Sin embargo, cuando nos detenemos y nos disponemos a escuchar la otra parte con la mente y el corazón abiertos, sin pensar en cómo filtrar esa información a través de nuestras creencias personales, entonces comenzamos a descubrir nuevos mundos. Crecemos, aprendemos, maduramos.

5 comentarios:

  1. Qué importante tener el marco completo!!
    Y aún así, cómo hay paradigmas mentales que seguimos cargando porque simplemente así se nos enseñaron... que nuestros hijos y nietos puedan ser liberados de esos lastres!!!

    Muy buena reflexión!!

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  2. Muy buena la analogía, y así como podemos aprender que el volante no gira, sino que es el punto de apoyo para que tú hagas girar el resto de la "licuadora" (así se llamaba en mis tiempos).
    De la misma manera tú sigues siendo el epicentro del movimiento en tu entorno, no las instituciones educativas.

    Carlos Salazar

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  3. Desde el otro día leí tu escrito y no había tenido tiempo de comentarte.
    Me gustó muchísimo. Qué triste y qué grueso la historia de la escuela. Y me gustó mucho la analogía. Cuántas cosas podemos estar haciendo por tradición o por religión sin darnos cuenta de que están equivocadas. Qué bueno que podamos ampliar nuestro marco de referencia.
    Qué chistoso, pero yo sí me dí cuenta de el volante no giraba cuando era niña!! Cuando estábamos adentro de la bola a mí me llamaba la atención y comencé a observarlo. Claro, no apliqué nada a mi aprendizaje, pero sí me dí cuenta y me llamaba la atención, jaja.

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  4. Priss, en ese parque va mi hijo al fut-ball :) ya nos hemos de ver visto alguna vez, que interesante todo lo que escribe Daniel Quinn,gracias por compartirlo me encanto.

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