mayo 09, 2011

La iniciación a la mentira


Me gustaría presentarle un cuadro de lo que sucede en la vida de un niño que tiene una manera única de aprender, para que pueda darse cuenta de cómo las escuelas inadvertidamente desvinculan a las personas de su verdadero potencial.
Imagine a una niña de seis años activa e interesada, desbordando de emoción el primer día de clases. Está acostumbrada a pasar los días pintando, chapuceando con sus vecinitos en el estanque local, jugando pelota, haciendo construcciones con bloques y cantando. Cuando entra a la escuela en ese día auspicioso, tiene expectativas de poderse mover, explorar, cantar, jugar y de relacionarse con otros niños. Se encuentra en cambio en un mundo donde debe permanecer sentada largos períodos de tiempo, aprender a decodificar instrucciones largas y complicadas, y esforzar la vista mientras observa diminutos números y letras en libros de olor desconocido. Cuando su decepción y confusión se hacen evidentes para el profesor, éste la remite a un especialista para que la evalúe. Luego es sometida a una batería de pruebas que indagan, esculcan y revuelcan su mundo interior. El examinador anota obedientemente todos los errores que la niña comete. Ella percibe con facilidad la preocupación de sus padres y profesores mientras se citan para hablar sobre sus "problemas". Finalmente, los "expertos" se pronuncian y le diagnostican uno de los problemas oficiales. Tal vez lo llamarán déficit de atención, o dificultad de aprendizaje, o dislexia, o hiperactividad, o dificultad para la lectura, o sencillamente concluirán que la niña "no rinde". Los especialistas recetan el tratamiento rebuscado que supuestamente la curará del temido mal. La ubican en un programa especial, quizás en una habitación pequeña en un remoto corredor de la escuela. Allí, un profesor con entrenamiento especial intentará "remediar" el problema de aprendizaje utilizando toda clase de métodos y materiales esotéricos: elementos didácticos especiales, modificación del comportamiento, y muchas hojas de ejercicios. Durante el recreo, la niña oye que otros hablan de los "retrasados del salón 103" Al regresar a su clase especial, se siente todavía más confundida e inquieta, lo cual el profesor nota y en la siguiente reunión oficial del equipo de profesionales de la escuela éstos deciden que debe permanecer en el programa especial por lo menos otro año. De este modo, la niña queda atascada en el ciclo del fracaso, quizás por el resto de sus días de escolaridad. El escenario descrito puede parecer una pesadilla kafkiana, pero es demasiado común en el sistema escolar. No solamente lo he visto suceder, sino que he participado en él. A pesar de mis mejores intenciones e ideas sobre educación, me he encontrado una y otra vez atrapado en el engranaje de un sistema que tiene vida propia y que busca convertir a los niños en mercancía defectuosa que hay que devolver a la sección de reparaciones. En la clase corriente, es probable que a los demás no les vaya mejor. Obligados a abandonar sus patrones originales de aprendizaje, sus dones, talentos e intereses, rápidamente se someten a una nueva manera de aprender que se basa en símbolos abstractos en lugar de imágenes vivas y en tareas rutinarias en lugar de juegos dinámicos. Su nueva vida en este estéril ambiente trae a la mente lo que el mismo Kafka dijo de la educación de su tiempo: "Probablemente toda la educación no sea sino dos cosas: en primer lugar, detener de un golpe la impetuosa acometida del ignorante niño sobre la verdad, y segundo, la iniciación paso a paso, suave e imperceptible, del niño humillado en la mentira" 
Fragmento tomado del libro "In their own way"/"Inteligencias Múltiples", de Thomas Armstrong.

1 comentario:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...