junio 24, 2011

La obediencia tiene un costo

Muchos padres creen que la obediencia, el temor y la coerción van tomados de la mano, y que para obtener obediencia es necesario infundir temor al castigo o al peligro que implica salirse de los límites de seguridad. Así que con tal de no herir sus sentimientos ni su autoestima, muchos padres optan por no exigir obediencia de sus hijos y dejar que ellos decidan por sí mismos qué, cuándo y cómo hacerlo. Y entonces, sufren las consecuencias de tener niños voluntariosos que no están dispuestos a escuchar instrucciones de nadie, poniendo en riesgo su propia seguridad, y que necesitan que se los esté convenciendo cada vez que se requiere de su cooperación. Por otro lado, los padres que no se sienten a gusto con esta idea, y sin saber de otra alternativa mejor, se esfuerzan por doblegar la voluntad de sus hijos a través del temor y la coerción, lo que da como resultado hijos frustrados que esperan la primera oportunidad para rebelarse, o niños muy amables y obedientes que siempre hacen todo lo que se les pide, pero cuya motivación temerosa es obtener aprobación y evitar el rechazo.
¿Debemos exigir obediencia de nuestros hijos?

Ayer estuve en una junta extra oficial del fraccionamiento donde vivimos, para tratar algunos asuntos en los que algunas personas no están asumiendo su responsabilidad personal, como estacionar su carro en lugares apropiados, no dejar sueltas a sus mascotas, pagar las cuotas a tiempo, y muchas cosas más. Lo que podría parecer “asuntos simples” ya se está convirtiendo en un problema muy serio que está involucrando falta de respeto, daños a propiedad privada y hasta demandas. Alguien hizo un comentario: “esto es un problema de educación, y lamentablemente, a nadie le gusta que lo eduquen, por lo que aquí no vamos a educar a nadie, sino que recurriremos a sanciones.” Me entristeció mucho, pero más me sorprendió ver que no seamos capaces de ver más allá de nuestro bienestar personal para vislumbrar que también podemos disfrutar de un bienestar en sociedad. Si todos estuviéramos dispuestos a aceptar los límites establecidos, no habría necesidad de sanciones y todos viviríamos en armonía. Por lo tanto, yo creo que es indispensable enseñarles a nuestros hijos a acatar normas desde pequeños, pero existen dos vías para lograr que desarrollen esta cualidad.

La mayoría de nosotros crecimos temiendo a la autoridad. Una sola mirada era suficiente para detener nuestro comportamiento o para hacernos desistir de nuestras intenciones. Sabíamos que romper las normas tenía un alto costo y sólo los muy intrépidos osaban desafiarlas. Éramos muy alertas para vigilar que nadie estuviera observando si queríamos realizar un acto indebido, pero en presencia de nuestros mayores, siempre presentábamos la mejor cara. Cumplíamos nuestro deber porque ‘nuestros papás así lo decían’, aun cuando no entendíamos la lógica de hacerlo. Cuando crecimos y nuestros papás no pudieron controlarnos más, caímos en desenfreno que nos llevó a cometer muchos errores que, a final de cuentas, nos hicieron entender la lógica de todo lo que nos dijeron por años. La obediencia entonces dependía de un estímulo externo (premios o castigos, con todas sus modalidades) para que existiera, pero si se retiraba el estímulo externo, entonces la obediencia también desaparecía. Por eso es que mis vecinos no han querido acatar el reglamento: porque no han entrado en vigor las sanciones. Tal vez si las sanciones son lo suficientemente costosas, entonces lograremos que las acaten. Pero, ¿qué hay de la actitud?, ¿por qué no es suficiente el decirles que están causando daños a la sociedad para que reaccionen y tomen su responsabilidad?, ¿siempre es necesario que existan agentes externos que nos obliguen a hacer lo correcto?, ¿será posible que la actitud surja desde el interior, sin necesidad de nada que nos motive desde afuera?

El Pato Joyuyo, Pato de Carolina, o Pato de la Florida (aix sponsa), en inglés Wood duck, anida en lo alto de los árboles, en un hueco en el tronco. Después de que todas las crías han nacido, la mamá pato baja del árbol y llama a sus polluelos. Los pequeños patitos se arman de valor al escuchar la voz de su madre y saltan de una altura de hasta 15 o 17 metros. Ya todos reunidos, corren hasta llegar al lago que les provee seguridad.
Hace un tiempo comencé a escribir historias con algún tipo de moraleja para contarles a mis hijos, y una de ellas fue la de “Los patitos joyuyos” Después de reunir datos interesantes acerca de estas aves y muchas ilustraciones, escribí la novela de una familia de patos y su proceso desde el momento de buscar nido hasta que llegan a salvo al lago. Lo puse todo en una presentación de Power Point y a mis hijos les encanta que les lea mientras que ven las fotos.
El punto clave de mi historia es que la obediencia de los patitos a su mamá, les salva la vida. La mamá pato es quien conoce el bosque y sus peligros y es ella quien sabe el momento exacto para sacar a los patitos del nido. Así que un día se baja del nido y espera el momento oportuno. Cuando éste llega, comienza a llamar a los patitos, quienes no dudan ni un minuto en aventarse desde esa gran altura. En mi novela, yo describo los sentimientos de duda, temor y hasta flojera que los patitos podrían haber estado experimentando, pero luego ellos mismos reflexionan en que su mamá siempre ha buscado lo mejor para ellos y que si ella los está llamando es por alguna razón importante y que ellos deben confiar en ella. Armados del valor que ella les infunde, corren detrás de ella a través del bosque completamente nuevo para ellos, sin tener ninguna pista de a dónde ir, sino sólo la que su madre les va indicando. Cuando por fin llegan al lago, todos están felices de haber reaccionado rápidamente y se sienten aliviados de verse reunidos otra vez, en la seguridad del lago.

Nuestros hijos se sienten atraídos como por un imán, y anhelan seguir nuestra autoridad natural cuando nos hemos invertido en crear una conexión profunda con ellos antes de buscar comportamiento, modales o educación. Todo ello viene como efecto secundario de una fuerte conexión, pero con resultados permanentes, porque los niños no fueron oprimidos para producir esas conductas, sino que son parte de su vida: sus padres se toman el tiempo de explicarles la lógica de la vida día a día, momento a momento. Ese interés genuino en ellos y esa relación cercana hace que los niños anhelen seguirnos, ser como nosotros; por lo que cuando les hablamos o damos una instrucción, ellos la acatan naturalmente, voluntariamente, sin necesidad de infundirles temor ni oprimirlos.

Cuando platicamos acerca de esta historia, mis hijos y yo reflexionamos en que los papás tenemos mucha más experiencia que los hijos y cuando damos una instrucción es porque nosotros tenemos el panorama completo y sabemos que su cooperación es una parte vital de un proyecto corporativo. Muchas veces no tenemos tiempo suficiente para explicar a detalle por qué deben obedecer esa instrucción específica, y es ahí donde entra en acción la confianza que hemos construido en ellos. Los niños, como los patitos, nos siguen no por temor de nosotros, sino porque confían en nosotros; saben que son parte de un grupo, de un equipo, de una manada, y que como miembros, no pueden tomar decisiones basadas en el beneficio personal, sino corporativo. Saben que el ceder a sus deseos personales de ese momento resultará en un bien mayor, al hacer sinergia con los demás miembros del grupo.

Existe una palabra que personalmente, me gusta mucho: Sabiduría. La sabiduría, según el diccionario es: prudencia, cuidado en el comportamiento y modo de conducirse en la vida. Los antiguos Proverbios, escritos por el Rey Salomón, están llenos de sabiduría. Aquí algunos de ellos:

Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará; y con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y agradable. El hombre sabio es fuerte, y de pujante vigor el hombre docto. 
Porque con ingenio harás la guerra, y en la multitud de consejeros está la victoria.
Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello. Escucha el consejo y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez.
Retén el consejo, no lo dejes, porque eso es tu vida.

Coincido con estos proverbios en que una fuente importante de sabiduría es el estar dispuestos a escuchar el consejo de otros, especialmente de nuestros padres. Al cultivar una fuerte conexión con nuestros hijos, no sólo cumplimos nuestra responsabilidad como padres, sino que hacemos nuestro el privilegio de propiciarles el camino para que alcancen la sabiduría: esa prudencia y cuidado en el comportamiento y modo de conducirse en la vida, por convicción propia, genuina y permanentemente… aun cuando no estemos allí para amenazarlos si no lo hacen.

Para mí es un gran desafío lograr que mis hijos deseen hacer lo correcto por convicción propia, ya que siempre existe la tentación de controlarlos externamente. Criar hijos que obedezcan ciegamente, siempre será más fácil: solamente hay que estar dispuestos a infundir el suficiente temor y a estar presentes en el momento de la infracción para aplicar el castigo debido y así, hacer cumplir la ley consistentemente. Pero criar hijos que por voluntad propia decidan ser sabios y obedecer el consejo de sus padres tiene un costo muy alto, pues requiere de que nos invirtamos totalmente en crear una fuerte conexión con ellos. Y todo habrá valido la pena el día que experimentemos la gran satisfacción de ver que teniendo la libertad para tomar sus propias decisiones, nuestros hijos vengan a pedir nuestro consejo antes de elegir, y después, que elijan correctamente.

Para que todos abracen la visión, el líder debe describirla.

4 comentarios:

  1. ¡Excelente! Priss, como decía Pitágoras: "Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres". Y yo pienso que la obediencia por convicción es un factor esencial. Gracias Priss.

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  2. Muy bueno Priss, como siempre. Dice una amiga abogada "si no educas a tus hijos la sociedad lo hará"

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  3. Exacto! ...mejor que seamos nosotras, verdad? Un abrazo y gracias por pasarte por acá!

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