junio 11, 2011

No cambies tu herencia por un plato de lentejas


“Disfruten su matrimonio antes de encargar bebé”
“¿Bebés?, ¡no gracias! ¡Así estamos muy bien!”
“El mejor anticonceptivo para mí es ver a mis amigas con sus hijos”
“Sólo estoy esperando que se acaben las vacaciones para que los niños ya entren a la escuela y quitármelos de encima”
“En cuanto nazca este bebé, ¡cerramos la fábrica!”
…algunos de los comentarios que me toca escuchar cuando sale a la luz el tema de tener hijos o de tener varios hijos, o más hijos.
¿De verdad es tan malo tener hijos?, ¿de verdad son un estorbo o una carga pesada?

Existe un salmo que se refiere a los hijos como herencia de Dios. Una traducción más acertada de la palabra herencia es la palabra heredad, cuya definición, según el diccionario de la RAE es:
“Porción de terreno cultivado perteneciente a un mismo dueño, en especial la que es legada tradicionalmente a una familia”.
El concepto denota riqueza potencial junto con el reto de canalizar, extraer y aprovechar los recursos existentes.

La posesión de una heredad lleva implícito el conocerla a fondo, lo que permite cultivarla y hacerla muy fructífera. Quien la reconoce y la cultiva, realmente tiene la posesión. Bajo esta premisa, los líderes de la Revolución Mexicana dieron su vida demandando: "¡la tierra es del que la trabaja!" En el caso de los hijos podemos aplicar la misma premisa: quien está trabajando en su conocimiento íntimo, en su formación, en sus emociones, en su desarrollo cultural e intelectual, así como en sus habilidades y destrezas, en otras palabras: quien está invirtiendo su vida en ellos, es quien verdaderamente posee su corazón y por lo tanto, tiene una gran influencia sobre ellos.

Michael Popkin, en su libro “Taming the spirited child” (Amansando al niño impetuoso), sostiene que un niño impetuoso está lleno de energía que puede impulsarlo a lograr grandes éxitos o grandes desastres en su vida. La diferencia no radica en la cantidad de energía, sino en la dirección hacia la que ésta sea encauzada. El papel de los padres es vital, primero para visualizar esa energía como un gran potencial (no como un problema o un síndrome o un déficit) y segundo, para encauzar todo ese potencial hacia un objetivo claro.

Yo nunca he recibido una herencia, pero supongo que sentiría mucha alegría y también mucha responsabilidad si lo hiciera. Pensar que mis hijos son mi herencia me produce algo de inquietud
al saber que hay un gran potencial del cual soy responsable, pero también me llena de una gran alegría al saber que tengo el privilegio y el reto de ser yo misma quien se encargue de conocer a fondo ese potencial, de encauzarlo y dirigirlo hacia objetivos claros.

En el antiguo relato del Génesis, Esaú – el primogénito de Isaac – cambió su primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas. En la cultura hebrea, la primogenitura significaba el derecho a una doble porción de la herencia del padre. Esaú estaba tan hambriento, que no fue capaz de ver más allá del apetitoso plato de lentejas que tenía enfrente. Jacob, su hermano, que era un impostor, se aprovechó de la situación – y de la falta de visión de su hermano – y le ofreció el plato de lentejas a cambio de su primogenitura.  

El asunto de ver a los niños como cargas o estorbos o consumidores eternos de recursos radica en nuestra incapacidad de visión. ¿Podemos visualizar lo que esos niños representan a largo plazo?, ¿somos capaces de proyectar a futuro esa energía que hoy nos colma la paciencia?, ¿o estamos tan hambrientos de realización personal, estabilidad financiera y comodidad presentes que sólo podemos ver a los pequeños estorbos que nos impiden alcanzar todo ello y entonces buscamos la manera de deshacernos de ellos? Muchas veces, aun cuando he decidido invertirme en mis hijos y teniéndolos conmigo de tiempo completo, me doy cuenta de que estoy luchando con la tentación de satisfacer mis necesidades presentes cuando estoy afanada e irritable con mis niños porque "no me dejan hacer cosas" (lo que sea, desde cocinar o recoger la casa, hasta revisar mi correo o escribir o leer) Entonces tengo que hacer un alto y darme cuenta de que no estoy manteniendo mi enfoque a futuro, en el resultado permanente, sino en el presente, en lo efímero y pasajero. 

El vernos como una parte única dentro de un ciclo continuo cuya participación tendrá un impacto en las siguientes generaciones, marcará la diferencia entre ver a nuestros hijos como distractores de nuestra realización personal y consumidores de recursos, o verlos como nuestra heredad extraordinariamente rica y llena de recursos por cultivar. Entonces logramos enfocarnos en el trabajo diario y encontramos paz y satisfacción en él, por más agotador que parezca. El tiempo de invertir nuestras vidas en nuestros hijos es ahora que son pequeños. El tiempo vuela y en cualquier momento habrán pasado dieciocho, veinte o veinticinco años y entonces, ya no los tendremos con nosotros.

Nuestros hijos son nuestra herencia… ¡no cambies tu herencia por un plato de lentejas!

6 comentarios:

  1. ¡Priss, hermoso! Claro, depende de la visión, de que tan amplia es. Más claro, ni el agua, yo cada día disfruto más mi herencia, la mejor, la única, mis hijos. Gracias Priss por compartir tu pensamiento y alentarnos.

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  2. Así es hija!!
    Se pasa tan rápido la vida y qué difícil es que los adultos podamos valorar lo que realmente tiene VALOR en ella!!

    Me encanta lo consciente que eres -no solamente lo que piensas, acerca de tus chiquitos!!

    Te amo!!

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  3. ¡Excelente! de hecho existe otro proverbio que dice. "Donde no hay visión el pueblo perece".
    Qué bueno que esos tres chaparritos que conforman tu heredad, están inmersos en la visión de desarrollar todo su potencial desde ahora.

    ¡Felicidades!
    Carlos Salazar

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  4. Me encantó la reflexión, hace poco que también fui exhortada a no cambiar lo valioso por platos de lentejas jeje... a cuidar nuestra heredad!!! Qué responsabilidad!

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  5. Muy buena reflexión, espero no te hayas inspirado en mi!!! jijijijiji. Definitivamente es una parte que debo trabajar todos los días porque es algo que me cuesta. Te mando un abrazo
    Alma

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  6. Así es Priss, son nuestra herencia y a pesar de que mi hijo mayor fue muy feliz en su preescolar, mi nena es completamente diferente y ocupa una manera diferente de trabajar, que bueno leer esta reflexión me llega como anillo al dedo gracias =)

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