diciembre 29, 2010

El valor de la experiencia

Esta navidad preparé un pavo. Aunque año tras año he visto a mi mamá hacerlo, e incluso he estado con ella y le he ayudado, ahora que la responsabilidad era sólo mía, fue una experiencia totalmente diferente y nueva. Conocía la teoría, pero la experiencia de haber tenido la responsabilidad en mis propias manos me hizo enfrentarme con muchos pequeños detalles que no tenía previstos, y al ser la protagonista de la actividad y al encontrarme personalmente con esas dificultades o errores incluso, tuve que aprender a resolverlos.



"La práctica hace al maestro", dicho popular que nos recuerda la importancia de la experiencia y de practicar una y otra vez. Cada vez que realizamos una actividad, por más cotidiana o mecánica que sea - bañarnos, cambiar un pañal, lavar los trastes, manejar, cocinar, lavar el baño, doblar ropa, o cualquier cosa - estamos añadiendo práctica y experiencia a nuestra actividad. Hacerlo una y otra vez nos permite encontrar atajos, nuevas formas de ser más eficientes, más rápidos, más precisos, nos permite predecir eventos y ejercita nuestra capacidad de decidir automáticamente y por adelantado qué acción efectuar en cada situación. Al equivocarnos, nuestro cerebro también tiene que trabajar para encontrar cómo solucionar ese problema y evitarlo la próxima ocasión. En otras palabras: sólo la práctica nos ofrece alcanzar la maestría en cualquier disciplina. No se puede adquirir a través de leer un libro o de ver un video de escuchar la narración de alguien. Se tiene que experimentar con los cinco sentidos y dejar que el cerebro realice las conexiones necesarias para que la próxima vez realicemos la actividad con mayor pericia.


Uno de los factores más importantes para el aprendizaje, según el Constructivismo, son los errores. Cuando una persona ha tenido la oportunidad de intentar realizar una acción por sí mismo, y cuando se ha enfrentado al fracaso, se encuentra en el momento de más disposición y apertura mental para recibir la instrucción que necesita. Hace algunos años trabajé para mi papá en el área administrativa de una escuela. Cuando estuvo en mis manos la responsabilidad de los cheques, los cobros, los balances, las entradas, las salidas y todos esos asuntos administrativos, me encontré con que no sabía cómo resolver algunos problemas, y me acordé de mis notas de la clase de Administración que llevé en quinto semestre de prepa. Todos esos conceptos y términos me "sonaban" en la cabeza borrosamente, como que en algún lejano ayer deambularon por algún recóndito y sombrío lugar de mi mente, pero no lograba traerlos a la claridad de la luz. Recuerdo que esa tarde cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue buscar mi cuaderno viejo y leer todo lo que escribí durante seis meses en la escuela y luego me puse a investigar más en otros libros y en Internet. Al día siguiente tenía todas las respuestas que necesitaba para hacer mi trabajo. Sin embargo, esa experiencia me hizo concluir dos cosas importantes: Primero: El mejor momento de aprender algo realmente significativo es cuando nos encontramos en medio de la necesidad. Cuando no tienes el siguiente peldaño para avanzar, entonces lo buscas con vehemencia, y cuando lo encuentras, te aferras a él hasta que logras llegar hasta donde quieres. Es como verter agua en una esponja seca. Todo se absorbe inmediatamente. Cuando no existe la necesidad, la información no se aprovecha. Es como verter agua en un vaso lleno; simplemente se desborda, tal y como sucedió con toda la información que "aprendí" durante seis meses en la escuela y sólo se quedó en mi cuaderno y en vagos recuerdos grises en mi memoria.  Y segundo: ¡qué horror haber perdido seis meses de mi vida aprendiendo algo que pude haber aprendido en una sola tarde!


Al interactuar con los niños, es muy importante (y también muy difícil) tener en mente que los errores son una parte valiosa de su crecimiento. Generalmente, cuando acaba de suceder un conflicto o un problema entre los niños, más que regañarlos o hacerles ver que hicieron algo mal, a mí me gusta hacerlos conscientes de cuál fue el error y cómo se puede solucionar para hacerlo mejor la próxima vez.  Creo que para mí, ése es el concepto de disciplina: adquirir herramientas para hacerlo mejor la próxima vez.  Cuando todos estamos en el momento de la reflexión, me gusta hacerles algunas preguntas como: ¿qué fue lo que ocasionó el problema?, ¿qué pudiste haber hecho para que no sucediera eso?, ¿qué harás la próxima vez que te encuentres en una situación similar? Este tipo de reflexión es muy útil en eventos futuros, pues  podemos remitirnos a ella rápidamente: ¿te acuerdas de lo que hablamos la vez pasada?, ¿cómo puedes hacer las cosas ahora para que no cometas el mismo error?

Creo que todos estaremos de acuerdo con la importancia de la experiencia, de la práctica y de aprender de los errores. Sin embargo, muchas veces la idea de que nuestros hijos adquieran esa experiencia pierde su encanto cuando llegamos a la parte de tener que lidiar con sus equivocaciones y fracasos una y otra vez.  La semana pasada, Caleb, mi hijito más pequeño, de un año y ocho meses comenzó a practicar una nueva habilidad: servirse agua en un vaso no entrenador y tomársela. Todo esto, él solito. Es muy chistoso observar el proceso completo desde el principio: viene caminando muy rápido, bien determinado a hacer lo que trae en mente: abre la puerta de la alacena, escoge un vaso, lo acerca al grifo del garrafón (que apenas alcanza de puntillas), abre la llave, la cierra, se lleva el vaso a la boca y da el trago. Se siente tan grande y autosuficiente. En el camino se derrama agua en su playera, en el piso, en los tenis. Pero sus ojos brillan con una chispa de satisfacción y maestría. Lo he dejado que lo haga una y otra vez, y luego, cuando ya ha saciado su sed en abundancia, le pido que traiga el trapo y él mismo seque el piso.   
La tenacidad de los niños es sorprendente.  Aun cuando se lastiman o fracasan una y otra vez, ellos siguen y siguen intentando y no se dan por vencidos hasta que dominan la habilidad. Constantemente lo veo: la primera vez que intentan algo nuevo, como cuando quieren subirse a los juegos o a las piedras del parque, están inseguros, sus movimientos son torpes, cometen errores, se resbalan, se caen. Pero a medida que lo hacen una y otra vez, sus pasos se vuelven firmes, confiados, saben dónde colocar sus pies con seguridad, se vuelven expertos. Pareciera que a medida que vamos creciendo, también vamos perdiendo esa tenacidad. Los adultos muchas veces nos paralizamos por nuestros temores. Pensamos demasiado antes de animarnos a dar el primer paso, y en el primer fracaso nos damos por vencidos: "para mí es imposible levantarme temprano", "jamás lograré ser constante con el ejercicio", "yo no nací para hacer eso", "por más que lo intento, no puedo; ¿para qué me canso más?" "a mí no se me da esa habilidad" "hacer eso no va con mi personalidad" O, como lo explica John Holt, hemos aprendido tanto de la experiencia, que ahora no queremos caminar el camino otra vez para no cometer los errores del pasado:


"Ciertamente es necedad no aprender nada de la experiencia. Pero podemos aprender demasiado de ella. De hecho, una forma de definir burocracia es hablar de una organización que ha aprendido tanto del pasado que ya no puede aprender nada del presente. La gente dice: "pero, ¿por qué repetir los errores pasados?" Es verdad, ¿por qué?  Sin embargo, muchos podrían ya no ser errores ahora. Y si cada vez que cometemos un error, creamos una regla para que nunca jamás se vuelva a cometer ese mismo error, pronto tendríamos un libro de reglas de novecientas hojas que tendríamos que consultar antes de hacer cualquier cosa. Mark Twain dijo que un gato que se sentó en una estufa caliente jamás se sentaría en una otra vez, pero tampoco se sentaría en una estufa fría. Muchas organizaciones humanas se parecen al gato de Mark Twain. ¿Cómo sabemos si esa estufa todavía está caliente?"


Tengo que confesar que la nueva "habilidad" de Caleb me ha ofrecido una mezcla de sentimientos agridulces. Por un lado, disfruto mucho de ver su tenacidad e insistencia en realizar una y otra vez la misma acción y en ver sus ojos brillantes, llenos de satisfacción y orgullo; y por otro lado, el jueguito es una verdadera fuente de irritación para mí, porque me molesta tener que limpiar el piso de la cocina y cambiarlo totalmente de ropa cada vez que practica. Muchas veces sí se me agota la paciencia y entonces volteo el garrafón para que ya no pueda alcanzar el grifo. 

Los últimos días he estado reflexionando en todos estos acontecimientos y en muchos otros, y llego a la conclusión de que la mayoría de mis conflictos o las situaciones que yo considero "problemas", en realidad son el resultado de mis limitaciones mentales. Creo que en muchas áreas todavía soy presa de mis propios paradigmas y no me atrevo a dar un paso por temor al fracaso, o porque me anticipo demasiado a los hechos y "predigo" que no lo haré bien o que no me va a gustar o que es perder el tiempo. Y no sólo no nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort y no estamos dispuestos a abrir nuestra mente a nuevos mundos, sino que también les transmitimos esos mismos temores e inseguridades a nuestros hijos, de tal forma que cuando son un poco mayores, han perdido esa tenacidad y perseverancia para alcanzar metas. Qué difícil es ver a largo plazo y evitar escandalizarnos de los desastres inmediatos.


Hay una canción que sale en el episodio de "Elmo va al baño", y me gusta mucho. Seguido se la cantamos a los niños cuando no quieren hacer las cosas por ellos mismos o cuando quieren que les hagamos cosas que ellos pueden hacer. Y aunque la canción está dirigida a los niños, a mí me llega al corazón y muchas veces hasta se me llenan los ojos de lágrimas cuando pienso en todas las oportunidades de crecer y de experimentar cosas nuevas que me pierdo a diario por no querer intentar una y otra vez y por no querer sobreponerme a mis propias limitaciones y paradigmas personales y no estar dispuesta a ver las cosas desde una perspectiva más amplia y no sólo desde mi vieja y acostumbrada y cómoda manera de ver y pensar.


Para este año nuevo sólo tengo un propósito: Tener la mente bien abierta y dispuesta a intentar, practicar, experimentar y no darme por vencida en áreas que aun no he querido incursionar; y seguir mis sueños hasta alcanzarlos y ayudarles a mis hijos a que ellos también obtengan toda la experiencia posible.

 


Intenta una y otra vez correr o hasta trepar;
Intenta una y otra vez muy fácil lo será;
No importa qué tan pequeño estés, no temas porque te puedes caer.
Muy pronto lo lograrás, sólo hay que intentar.
Sigue intentando una y otra vez, a diario un poco más.

Intenta una y otra vez, te ayudará a crecer;
Del cascarón las aves quieren salir, semillas que un árbol quieren ser.
Grande y fuerte tú serás y poder tomarás.
Sigue intentando...

Intenta una y otra vez y pronto lo sabrás;
Intenta una y otra vez y mucho crecerás;
Muy orgulloso de ti estarás, al ver que lo pudiste lograr.
Verás lo que tú logras de tanto intentar.
Sólo intenta… sólo intenta… intenta… sólo intenta...
 

6 comentarios:

  1. Mmmmm... Muy bueno. Justo esta semana meditaba en eso de que se aprende mucho más cuando lo vives y te enfrentas con una necesidad. Muy interesante.

    ResponderEliminar
  2. Ay hijita, me encantaron tus reflexiones!!
    De veras que es más cómodo y "seguro" vivir siempre en nuestra zona de confort, y no intentar cambiar...
    Qué bonita la canción y los niños!! Corazones!! Me hicieron llorar las escenas de la niña con Down... mi amor!! Qué emoción le da lograr hacer burbujas!
    Y mi Caleb hermoso!! Aunque lo he visto servirse agua y he disfrutado que me sirva varias veces agua (jajaj), pero me fascinó cómo lo describiste y tus aprendizajes!!
    Gracias por compartir este artículo!!

    ResponderEliminar
  3. ¡Maravilloso!!! Un verdadero placer leer este artículo. Felicidades.

    ResponderEliminar
  4. ¡Muy buenas reflexiones y conclusiones!
    Me gustó mucho Güereja, me anima a seguir "intentando" y por consecuencia APRENDIENDO en todas las áreas.
    Como adultos debemos estar conscientes de mantener e impulsar en nuestros pequeños ese ímpetu por intentar y lograr lo nuevo hasta que lo dominen.

    Te amo.

    ResponderEliminar
  5. Es muy difícil no transmitir nuestros temores o nuestros hábitos a nuestros hijos, pero ¡cómo se disfruta verlos cuando les animamos a desarrollar su ímpetu por conocer! El resultado siempre es un fruto de madurez.
    Felicidades por tu manera de expresar tus reflecciones, y gracias por compartirlas

    ResponderEliminar
  6. Muy buen artículo Priss!!! Muy alentador!!!

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...