mayo 09, 2011

Las águilas deben volar

Entre los niños educados en casa es común ver un gusto especial para hacer muchas manualidades y obras de arte: dibujos, pinturas con diferentes técnicas, recortes, esculturas de plastilina y de otros materiales, adornos para su casa, inventos con materiales reciclados, y mucho más. Pareciera que en un ambiente libre de represiones los niños tienen la oportunidad de expresarse creativamente. 
A mis hijos no les gustan las manualidades. Para una mamá llena de ideas creativas sacadas de libros, de años de experiencia y de internet, puede ser muy frustrante el hecho de que las actividades propuestas terminen en un fracaso. Recuerdo hace tiempo, cuando saqué una idea del programa de “Mister Maker”. Reuní los materiales necesarios y con todo el entusiasmo que pude mostrar, hice la manualidad ante los ojos de mis hijos, luchando por mantener su atención. Cuando terminé, les pregunté emocionada: “¿Les gustaría hacer uno igual ustedes?”, y entonces me contesta Mateo: “Mamá, creo que nos sentimos a gusto con ése que tú hiciste, gracias”.

Muchas veces he entrado en conflicto con mis hijos porque no muestran interés por las actividades que yo quisiera, y a veces hasta los he forzado a hacer lo que no quieren, pero los resultados nos han dejado con un sentimiento de incomodidad y desazón. Sin embargo, el hecho de no mandar a los niños a la escuela, me ha forzado a vivir en un estado constante de reflexión, de cuestionarme todo, de pensar y de esforzarme por buscar lo mejor para ellos. Cuando veo que algo no nos está funcionando, no descanso hasta encontrar una manera mejor de hacer las cosas. 

En este asunto de falta de interés para algunas actividades, yo he llegado a la conclusión de que cada niño tiene una combinación de talentos y aptitudes única que lo llevará a desarrollarse plenamente en esta vida. El problema, muchas veces, es que los paradigmas sociales y culturales que nos rodean, estiman unas cuantas habilidades como predilectas y menosprecian todas las demás. Por lo tanto, los niños que no encajan dentro del paradigma escolar tienen “problemas de aprendizaje”, “déficit de atención”, “hiperactividad”, “dislexia”, “autismo”, y quién sabe qué más chucherías. 

En casa tengo a un pequeño de tres años que no puede estarse quieto. A la hora del desayuno parece mico trepado en árbol haciendo acrobacias en su silla. Si está jugando, como que el juego le “sabe” mejor si está haciendo equilibrio en los brazos de los sillones. Si está platicando contigo, en unos cuantos minutos lo tienes trepado hasta la cabeza. Si está concentrado en algo, como dibujando o construyendo legos, entonces se mantiene murmurando y ronroneando tonadas de canciones mientras que empuja con los pies cualquier objeto que tenga cerca. Si le pido que escriba la misma letra varias veces, la escribe una o dos, y luego se pone a rayar toda la hoja al mismo tiempo que dice diálogos o hace sonidos de guerra o explosiones, o canta y canta. Si le pido que contemos juntos, comienza: “Uno, dos, tres, ocho, cinco, nueve…” viéndome de reojo con una mirada pícara para ver qué reacción tengo. Si le señalo una letra y le pregunto cómo se llama, entonces comienza a vacilar diciendo palabras que nada tienen qué ver con el nombre de la letra, aunque lo conozca. Cuando está trabajando en un juego educativo en la computadora, aun cuando sepa las respuestas correctas, escoge las incorrectas para escuchar el “no, no” de Pipo, o el “try again” de otros programas. Cuando estamos leyendo un libro, nos interrumpe cada tres minutos haciendo preguntas y comentarios que no vienen al caso. Si voy a ausentarme por un rato, siempre me lo llevo conmigo, porque así me aseguro de que no haya pleitos.
Creo que es muy afortunado de que yo sea su mamá y su maestra, porque si otra persona fuera su maestra, casi puedo asegurar que ya me lo habrían tachado de “hiperactivo” o con “déficit de atención”, o con algún otro síndrome de moda.

Es mi privilegio invertir todas mis energías y todo mi tiempo para conectarme tan estrechamente con él, que pueda descubrir cuáles son sus talentos y habilidades. A simple vista tal vez no sean muy evidentes, pero es por eso que decidí no dejarle esa responsabilidad a alguien más, porque yo quiero indagar minuciosa y pacientemente, y no sólo hacerlo “a simple vista”.
He descubierto que mi hijo tiene muchas características valiosas que lo hacen único. Él es sensible a las necesidades y sentimientos de quienes le rodean y puede responder a ellos mucho más prestamente que todos nosotros. Tiene un deseo de ser útil y de suplir necesidades que lo lleva a ser una excelente compañía en la cocina o en cualquier proyecto de la casa. Pone todas sus energías para hacer el trabajo bien hecho hasta el final, y se siente entusiasmado de ofrecer su ayuda. Tiene una gran agilidad corporal y un buen equilibrio. Le gusta mucho hacer experimentos para ver “qué pasaría si…”, por lo que tengo que estar muy alerta cuando me ayuda en la cocina. Tiene una curiosidad insaciable que lo lleva a hacer muchas preguntas y a aprender cosas nuevas todos los días. Su creatividad lo lleva a buscar cómo hacer las cosas de maneras no convencionales, lo cual le permite encontrar otras alternativas a un mismo objetivo. Muchas veces me sorprende cuando logra hacer algo que yo habría hecho de una manera distinta. Es un niño con mucha iniciativa que no teme tomar riesgos con tal de alcanzar su objetivo. Tiene un sentido del humor muy especial que te obliga a querer reírte y abrazarlo cuando en realidad querías ahorcarlo. Tiene carisma y le gusta conocer gente nueva. Es muy leal, y aunque esté enojado con sus hermanos, cuando necesitan ayuda él es el primero en ofrecerla. Últimamente también estoy descubriendo que tiene una inclinación especial por la naturaleza: seguido me pide que plantemos semillas o que alimentemos pájaros; le encanta jugar y correr en el parque descalzo, y le gusta encontrar insectos. 

Supongo que sentenciarlo a permanecer quieto en una silla para seguir obedientemente la misma rutina sosa durante seis horas todos los días sería una verdadera tortura para él y terminaría por lisiar sus talentos naturales. Todavía me hace falta mucho por conocer acerca de cuáles son las habilidades de mi hijo y de cómo potenciarlas al máximo, pero es precisamente por eso que decidí ser yo quien realizara ese trabajo personalmente. El costo de liberar mi mente de los paradigmas convencionales que habitan en la sociedad bien ha valido la pena, pues mi hijo se está desarrollando en un ambiente libre, sin presiones ni juicios, sin títulos que lo etiqueten, simplemente creciendo, descubriendo el mundo y desarrollando sus talentos y habilidades naturales, en medio de gente que lo ama genuinamente y cuyo único interés es verlo prosperar en la vida.
Todos los padres tenemos el gran privilegio y la gran oportunidad de dedicarnos amorosamente a observar y descubrir las verdaderas aptitudes de nuestros hijos y facilitarles el entorno para que florezcan en ellas, sin limitarlos o forzarlos a ser quienes no son.

Hay un libro muy bueno que quisiera que todos los padres leyeran: “Inteligencias Múltiples” de Thomas Armstrong.  En inglés, “In their own way” 
En ese libro encontré esta analogía que ilustra el punto que estoy tratando de transmitir:

“…me recuerda la historia de los animales que decidieron crear una escuela para trepar, volar, correr, nadar y excavar. No lograban ponerse de acuerdo acerca de cuál materia era más importante, así que acordaron que todos los animales deberían tomar el mismo programa. El conejo era experto en correr pero casi se ahoga en la clase de natación. La experiencia le produjo un trauma tan fuerte que nunca más pudo correr tan rápido como solía hacerlo. El águila era maravillosamente ágil al volar, desde luego, pero su desempeño en la clase de excavar fue tan deficiente que la pusieron en un programa de nivelación que le tomaba tanto tiempo que pronto olvidó cómo volar. Y así con los otros animales que también perdieron la oportunidad de destacarse en sus talentos porque se les obligó a hacer cosas que no respetaban su naturaleza original. La forma como tratamos a nuestros niños se parece mucho: hacemos caso omiso de sus dones y talentos mientras que los obligamos a desperdiciar horas en clases especiales o grupos de nivelación. 
¡Las águilas deben volar!”

6 comentarios:

  1. Me encantó esta publicación!!! Mi Pao amado!! Cómo estuve llorando mientras Hani me lo leía...
    Porque pensé mucho en ella... se parecen tanto!!
    Gracias hija por compartir de tu vida con mi niño pelirrojo amado!!

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  2. Simplemente me fascinó.
    Ese niño pelirrojo me encanta tal y como es... mi mico hermoso... Y me encanta que tú seas su mamá. Nadie mejor que tú para hacer "volar" a ese morro encantador.

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  3. ¡Qué bonito! Me gustó leer este artículo...

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  4. Estoy de acuerdo Priss, yo también tengo como 2 de esos en el equipo, y sé los tesoros que son, una canta como los ángeles, pero cuando quieren que de una audición se calla, y sé que un día se va a destapar, sólo es cuestión de paciencia y enfoque, y los padres somos los que en este caso dirigimos. Hace poco escuché que el medallista de oro canadiense, esposo hoy en día de Nadia Comaneshi (No sé si así se escribe) cuando era chico siempre andaba parado de manos y lo juzgaban de tonto y distraído, pero su madre lo supo enfocar y lo metió a la gimnasia. Es increíble lo que se puede lograr con los hijos, como tu dices "Las águilas deben volar". Me encantó. Felicidades Priss!!!

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  5. Gracias por el artículo, me ha encantado. Me siento muy identificada, a mi hijo le pasa las mismas cosas que a los tuyos.

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  6. Que lindo artículo, me enterneció mucho porque mi hijo es igual y hace las mismas cosas jajaja!

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