julio 11, 2011

Vacaciones: Una oportunidad para la reflexión

Hace más de dos años mi familia y yo hicimos un viaje a Houston TX., para visitar a mi hermana. Nos fuimos en carro, así que el viaje duró unas veinticuatro horas repartidas en dos días. En ese entonces estaba embarazada de mi pequeño Caleb, y Mati y Pao tenían dos años nueve meses y un año tres meses, respectivamente. Así que no hace falta dar más detalles de lo extenuantes que nos resultaron todas esas horas en el carro. Cuando por fin llegamos a nuestro destino final, como a eso de las ocho de la noche, después de haber estado en el carro desde como las ocho de la mañana, mis hijos tuvieron un ataque de locura en cuanto entraron al departamento. Comenzaron a correr por todas partes, brincando en los sillones, reían, gritaban, se empujaban, se abrazaban... totalmente desquiciados. Y cómo no, después de tantas horas de "encarcelamiento" en sus sillas del carro.

Los niños de ahora tienen un horario tan saturado como el de cualquier adulto: siete horas de escuela por la mañana; clases de deportes, de arte, de música, de regularización por las tardes; y hacer tareas y deberes por las noches. Raro es el momento que tienen para la contemplación, para estar simplemente tranquilos. Ahora que los niños salieron de vacaciones de la escuela, muchas mamás corren a buscar cursos de verano y actividades extracurriculares para mantener ocupados a sus hijos, pues tenerlos en la casa les resulta caótico. Son niños que viven en el ciclo de la rutina, de la prisa, del estrés. Por lo tanto, cuando finalmente sienten un poco de libertad, caen en el desenfreno, como mis hijos desquiciados cuando finalmente se sintieron liberados de su prisión.

Parece que en nuestra sociedad es necesario que los niños tengan un horario saturado para que los papás sientan la conciencia tranquila de que sus hijos están aprendiendo mucho. Pero eso no lo es todo en el aprendizaje. El cerebro humano necesita tiempos de quietud, de contemplación, de aburrimiento incluso, para procesar el conocimiento, para poder asimilar las experiencias que le rodean y producir sus propios razonamientos, y para dar lugar al pensamiento creativo.

Para una mamá es angustiante escuchar de su hijo: "mamá, estoy aburrido." Sentimos que no estamos realizando bien nuestra labor, y aunado a nuestro instinto maternal de suplir toda necesidad, en cuanto vemos que nuestros hijos están aburridos, corremos a ofrecerles algo para hacer, a prenderles la televisión o a inscribirlos a un nuevo curso: actividades que los distraen de su verdadera necesidad de pensar. Los privamos de que tengan contacto con su intuición natural, y sin que sea nuestra intención, criamos hijos cuya habilidad de pensamiento depende de los estímulos externos. Niños que constantemente miran hacia afuera para recibir instrucciones precisas de qué hacer con su tiempo y su mente.
Es natural que un niño no sepa qué hacer con su libertad en un principio, y entonces se le ocurran actividades destructivas o molestas para los que le rodean. Incluso, me ha tocado ver niños que no saben cómo jugar, porque nunca tienen la oportunidad de hacerlo. Sólo gritan, corren, empujan a los demás, pero en realidad su juego no tiene ninguna estructura. El pensamiento es una actividad que puede ejercitarse, al igual que el ejercicio físico. Mientras más estemos habituados a ella, más dominio tendremos sobre ella. De igual manera, cuando se le da cada vez más oportunidad a un niño de que tenga la libertad de elegir sus propias actividades, poco a poco irá haciendo mejor uso de esa libertad: aprenderá a tomar decisiones productivas para emplear su tiempo.

Para mí es una tentación muy grande el correr y buscar una ocupación para un niño que expresa su aburrimiento - además de enojarme con él porque está aburrido: 'tantas cosas que yo tengo por hacer, ¿y tú estás aburrido?' Pero cuando logro superar la tentación de distraerlo con algo para suplir su necesidad inmediata, y tranquilamente le digo: "qué bueno que estás aburrido, porque quiere decir que está por ocurrírsete una gran idea", entonces ellos toman la responsabilidad de sus propios pensamientos y de tomar una decisión al respecto. A veces vienen a ver qué estoy haciendo yo y se me unen, o a veces van y buscan un libro para leer, o a veces van y arman algo, a veces comienzan un juego imaginario en armonía con sus hermanos que dura mucho rato, a veces me piden que les dé materiales para hacer un experimento... y a veces, solamente se quedan sentados allí, viendo al infinito. Pero es chistoso que muchas veces, después de un periodo de "inactividad", es que mis hijos me comparten algunas de sus reflexiones:

Mamá, el diez es la mitad del veinte.
Mamá, si superman es un hombre, ¿superwoman es una mujer?
Mamá, el ochenta es antes del cien... pero, ¿por qué el cien tiene tres números y el ochenta dos?
Mamá, si mezclamos agua caliente con agua fría, se hace tibia.
Mamá, ¿de qué están hechas las velas?

...me hace pensar que aunque en apariencia no estaban haciendo "nada", dentro de ellos sí estaba ocurriendo actividad mental. Cualquiera que sea la actividad que elijan, o la reflexión a la que lleguen, lo valioso para mí, es que surge de SU propio interior y de SU propia creatividad, y no de estímulos externos o de la creatividad de alguien más.

Si logramos resistir la tortura de ver a nuestros hijos aburridos unos cuantos minutos, veremos cómo van fortaleciendo su autonomía en el área del pensamiento también, y entonces buscan maneras creativas de ocupar su tiempo y mente; tal y como les ayudamos a madurar y fortalecer su autonomía cuando resistimos la tentación de vestirlos nosotras, o darles de comer en la boca o subirlos a la resbaladilla en el parque. La mente no soporta estar inactiva, así que si logramos esperar un poco, esa fuerte necesidad natural los impulsará positivamente. El aburrimiento puede ser usado como un fuerte motivador para producir pensamientos y conclusiones muy creativos.

A mí me gusta mucho pensar que Newton estaba en uno de esos momentos de inactividad cuando se le ocurrió la idea de la gravedad; o que al no estar saturado de ocupaciones, Einstein tenía horas para tocar su violín, lo que le ayudaba a acomodar sus pensamientos. No estoy diciendo que debemos dejar que los niños sean flojos y no tengan responsabilidades, o que nunca se les lleve a una clase fuera de casa. Es bueno que tengamos un marco dentro del cual podamos movernos libremente. Los niños aprenden que todos tenemos responsabilidades y que como parte de una familia, ellos también tienen el privilegio de colaborar. Me refiero a que seamos sensibles para percibir sus necesidades intelectuales y que estemos dispuestos a suplirlas, tal y como les suplimos el alimento, el techo y el vestido, y que no pretendamos tenerlos todo el tiempo ocupados con tal de procurar nuestra propia comodidad.

Disfrutemos este tiempo de vacaciones como una oportunidad para la reflexión, y mucho más que eso: de conexión profunda con nuestros hijos.

3 comentarios:

  1. Siempre he pensado que el período de vacaciones, es un tiempo para disfrutar con tus hijos.
    El simplemente "no hacer nada" juntos, son tiempos que siempre recordarán nuestros hijos.

    Me encantaron las reflexiones que hacen mis nenes!!!

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  2. Muy interesante tu analisis!!! De acuerdo !!! son momentos para conocer mas,compartir y establecer conexiones mas estrechas con nuestros hijos!!! Dk

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  3. Así es mamá, como los tiempos de vacaciones y de estar juntos con ustedes son los recuerdos más especiales que yo tengo de mi infancia.
    Dk, qué bueno que te diste una vueltecita por aquí. Un abrazo!

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