Aprendizaje sin escuela

Desde antes de casarnos, Mario y yo hablamos acerca de la educación de nuestros hijos. Decidimos que no los enviaríamos a la escuela y que los educaríamos en casa. Ahora que nuestros niños se encuentran entre los cinco y los dos años, ya hemos puesto en práctica mucho de lo que creemos, y cada día nos resulta más y más fascinante. Nuestra decisión se fundamenta en muchas razones, pero me gustaría compartir brevemente las más significativas y de mayor peso para nosotros:



1. Creemos que la responsabilidad directa de la educación y de desarrollar el potencial de nuestros hijos es nuestra y es un privilegio.

Muchos nos quejamos de la situación actual de nuestro país y de la sociedad en general, pero pocos hacemos algo al respecto. Nosotros creemos que una gran parte de la solución al problema de nuestro país radica en la actitud de cada mexicano, y el mejor lugar para formar la actitud de alguien desde pequeño es su hogar. Nosotros como padres somos quienes podemos intervenir en su aprendizaje y madurez. Tenemos el gran privilegio de brindarles toda la dirección y los recursos necesarios en cada etapa de su niñez y juventud hasta que estén listos para salir del seno familiar para madurar como adultos autónomos e interdependientes. El asunto aquí no es si los mandamos a la escuela o no, sino el hecho de tomar el control de la educación de nuestros hijos, sin dejarla en manos de alguien más.



2. Queremos utilizar el mundo mismo como el salón de clases para nuestros hijos, en vez de limitarlos en cuatro paredes. 

Queremos que su aprendizaje no esté limitado a los objetivos que se le ocurrieron a la SEP y a lo que pueda suceder dentro de cuatro paredes; queremos que su aprendizaje sea tan amplio como el mundo mismo y las experiencias que pueden suceder en él.  Creemos que no se necesita un lugar específico para aprender. Para nosotros, aprender es sinónimo de respirar.  Todo el tiempo estamos aprendiendo y cualquier experiencia nos ofrece un aprendizaje, bueno o malo, estemos conscientes de ello o no. Al no mandar a nuestros niños a la escuela, somos libres para decidir cómo administrar nuestro tiempo y los recursos que existen a nuestro alrededor para aprender de ellos. Buscamos reforzar en todo momento las conexiones del conocimiento en vez de hacer separaciones por materias. Motivamos a los niños a que aprendan bajo una perspectiva de sistema, en donde todo es Integral. Evitamos el aprendizaje aislado o desintegrado como se hace en la escuela: por materias. Buscamos siempre la comprensión de los elementos y su conexión con los demás y el todo. Es de vital importancia este punto para que aquello que se aprenda tenga sentido y utilidad práctica en la vida.



3. Creemos que cada niño es diferente, con habilidades, talentos y propósitos específicos  y no es posible estandarizar  lo que todos los niños tienen que aprender, en qué tiempo, a qué horas y de qué manera.

Cada niño tiene su ritmo, sus inclinaciones, sus intereses, sus talentos. Queremos proveerles la oportunidad de desarrollarse plenamente de la manera en que ellos fueron creados.

Uno de los aspectos más fascinantes de no tener la presión de tener que ir a cierto lugar a cierta hora todos los días, es la disponibilidad de horario para aprender y la ausencia de estrés. Los niños están relajados y aprenden todo el tiempo.  Hay momentos en los que están más dispuestos o abiertos para hacerlo. Cuando no tenemos paradigmas de horarios ni de programas qué cumplir, podemos abordar y profundizar cualquier tema que sea interesante para nuestro hijo, en el preciso instante que él muestre interés, sin tener que esperarse hasta que "venga en el programa" o "sea la hora para ese tema".  Dejamos que sus propios anhelos y curiosidad los vayan llevando y los impulsen a aprender lo más posible.



4. Queremos que nuestros hijos aprendan a interactuar correctamente con todo tipo de personas - mayores y menores que ellos - y no solamente con un pequeño círculo de personas de su misma edad.

Creo que éste es uno de los temas que más preocupan a los papás cuando les compartimos nuestra decisión de educar sin escuela. Reflexionando un poco más detenidamente, la idea de que la escuela es un lugar para socializar me parece muy extraña e incluso absurda. ¿En qué otro lugar en la sociedad  nos encontraremos de nuevo con pura gente de nuestra misma edad?, ¿no convivimos todo el tiempo con gente de todas las edades?, ¿la escuela realmente brinda las herramientas necesarias para saber cómo relacionarnos con gente de todo tipo exitosamente? 
 Una vez escuché una anécdota que creo que es oportuna aquí:


"Alguien le preguntó muy preocupado a un padre que educaba en casa: "¿Pero no te preocupa la socialización de tus hijos?" En ese momento iba saliendo de la escuela un grupito de adolescentes fumando, con los cabellos desaliñados, faltándole el respeto a las jovencitas, con los pantalones caídos, haciendo señas con las manos, gritando palabras altisonantes y riendo a carcajadas. Después de un momento de silencio, el padre respondió: "¡Por supuesto que me preocupa su socialización!, por eso mismo los estoy educando en casa. Y a ti, ¿no te preocupa la socialización de tus hijos?"


Como familia que educa sin escuela, nosotros procuramos que nuestros hijos convivan con otras personas fuera de nuestro núcleo familiar, tal vez, en maneras mucho más auténticas y naturales. Queremos que ellos sepan relacionarse correctamente con adultos, ancianos, jóvenes, niños, bebés, y no solamente con un selecto grupo de amigos de su misma edad.  Y aun así, yo creo que el mejor laboratorio de prácticas en cuanto a la socialización se encuentra en nuestra propia familia. Si logras tener una relación exitosa con tus padres y con tus hermanos, yo creo que tienes la capacidad para relacionarte con cualquier otra persona, por más conflictiva o difícil que sea.



5. Queremos que nuestros hijos sean individuos proactivos que no dependen de estímulos externos para actuar y tomar su responsabilidad en la vida; queremos fomentar el aprendizaje auto dirigido y auto didacta, lo cual no es posible en la escuela.

El sistema educativo es por excelencia conductista: su éxito depende de los estímulos externos que aplica sobre los estudiantes. Si contestas bien, te doy una estrellita; si te portas mal, te levanto un reporte. Nosotros creemos que la motivación necesaria para vivir y desarrollarnos exitosamente en la vida debe provenir de nuestro interior, de la satisfacción de saber que estamos cumpliendo la función para la que fuimos puestos aquí. Cuando tratamos de motivar a alguien por medio de estímulos externos, opacamos esa motivación interna y entonces creamos gente dependiente y sin iniciativa que sólo espera premios y castigos para decidirse a actuar, en lugar de gente llena de iniciativa y entusiasmo por tener la actitud correcta ante la vida. Nosotros queremos niños cuyo interés de conocer y de saber vaya en aumento, y que eso mismo sea el motor interno que los lleve a estudiar, trabajar, amar, y a actuar en la sociedad como seres humanos independientes, responsables y con un espíritu emprendedor; que con creatividad generen recursos en beneficio propio y de muchos más.


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