junio 29, 2010

Niños absorbentes

Yo no me caracterizo por ser una ávida amante de las mascotas, y mucho menos de animales sin carisma natural, como los gatos o los reptiles. El otro día fuimos a visitar a una tía lindísima, a quien quiero mucho y que además, es súper hospitalaria. Disfrutamos mucho la visita en su casa. Mi prima tiene una tortuguita de mascota. Los niños estuvieron un rato viéndola y platicando con mi prima sobre ella. Después de unos días los volvimos a visitar. Cuando llegamos, mi tía me dijo que me quería pedir permiso para regalarle la tortuga a Mateo. Después de pensarlo por unos segundos, concluí que podría ser una buena experiencia para todos:
  para mí, para desarrollar tolerancia y paciencia; y para los niños, para responsabilizarse de un ser vivo.

Le dije a mi tía que estaba bien. Así que lo llamó y le preguntó: "Oye, Mateo, ¿te gustan las tortugas?" - "Mmmm…  sí, pero no me gustaría tener una en mi casa" - "¿Deveras?, ¿y por qué?" - "Mmmm… porque les tienes que dar de comer y limpiar y todo eso…"

Todos nos reímos mucho de su respuesta. Nos sorprendió mucho y realmente no sé por qué contestó así. No sé si nos escuchó cuando mi tía me estaba pidiendo el permiso, o qué fue lo que pasó. 

Algunos días después, yo le pregunté a Mateo: "Oye, Mati, ¿y por qué le dijiste a la tía que no te gustaría tener una tortuga?" A lo que él me respondió muy tranquilo: "pues porque tú dices que los reptiles apestan, mamá"   No me acuerdo del momento exacto en el que yo dije eso, pero sí creo haberlo dicho; de lo que sí estoy completamente segura, es de haberle transmitido mis sentimientos  hacia los animales, en especial a los reptiles. 

Este incidente me causó un poco de sentimientos encontrados. Por un lado me dio mucha risa y me sorprendió ver la forma en la que Mati me ha percibido y ver su deseo de hacer lo que a mí me gusta y evitar lo que me desagrada. Pero por otro lado, también me hizo ser consciente del gran peso que tienen mis palabras y comentarios en su pequeño corazón. Como que quise tener un video de todo lo que he dicho y hecho y poder analizarlo cuidadosamente ¡y borrar lo que no me guste!



Recuerdo haber experimentado la misma sensación hacia mis papás. Aun siendo adulta, cuando me encuentro en alguna situación en la que titubeo o no sé exactamente qué hacer, inconscientemente aparece la imagen de mi papá y me pregunto qué haría él en esa situación. Cuando platicamos mis hermanas y yo, nos da risa darnos cuenta de que experimentamos la misma sensación. A veces, cuando no estamos seguras de nuestra postura ante algún tema o suceso, con sólo ver la expresión en el rostro de mi papá, sabemos qué opinar al respecto.  Con los años, he tenido que aprender a madurar y a formar mi propio criterio a partir de mis propias convicciones.  Sin embargo, es un hecho que la figura de mi papá tiene mucho peso en mi vida.

Me gusta pensar que yo también tengo y tendré la misma clase de influencia sobre las vidas de tres hombres. ¡Qué gran oportunidad en mis manos! …pero qué gran responsabilidad también.

¿Soy consciente de lo que mis hijos están absorbiendo de mí todo el tiempo?

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